domingo, 29 de abril de 2007

Ya ves...

Y ya ves, si al final todos somos iguales, o casi iguales.

Quien es gilipollas lo es siendo hombre y siendo mujer, y quien no lo es, pues no lo es en ningún caso. No hay más.

La clave está en la amistad, querido. Para mí lo perfecto sería poder llevarme y tener confianza con un hombre (que me guste, claro) como con una amiga, porque así, además de risas habría sexo... ¿tú sabes? ... eso debe de ser cojonudo.

Después de una cena, después de un paseo, después de una ducha en casa, incluso después de una absurda discusión, en lugar de poner cara de perro/a y largarte bien lejos, mirarse a los ojos, encontrar brillo, y liarse a morreos por el pasillo, y acabar desnudos amándose... ¿tú sabes? ... si alguien tiene eso, para mí lo tiene casi todo.

Será la primaveira.

miércoles, 25 de abril de 2007

Caballero

pues para moñas, yo.

Caballero,
derrame su corazón
ante esta dama que le escucha.

Caballero es usted tan bonito por fuera y por dentro
que el mundo se está perdiendo manera más bella de amar,
que no la hay,
manera más bella que la suya.

Caballero,
déme el placer de bailar esta pieza conmigo,
abrácese fuerte a mi cuerpo
y juntos dejaremos a nuestros pies que recorran universo,
a tientas, a ciegas, a locas,
como dos niños perdidos que casi tienen miedo,
como un barco de espaguetis
zarandeado por el oceano.

Caballero, permita a esta humilde dama que le siga queriendo,
y que sumerja su cara en su cuello,
mientras le respira, mientras le sueña,
mientras le besa besa, mientras le mima
y le mima a cada momento.

Caballero,
le amo
caballero.

Déme el placer de seguir haciéndolo.

martes, 24 de abril de 2007

Libre de espera

para un poeta

Al menos somos libres de la espera cansina
que nos ha tocado vivir.

Al menos un atisbo de cielo se deja entrever
empujando mis pisadas
y parte el día tras día
gris de asfalto.

Al menos será libre esta espera
surgida de una hoja verde
aquella noche sobre mi hombro.

Al menos
al menos sí, querido,
al menos podremos decir que pusimos
corazones sobre la mesa
una vez.

Al menos eso,
por una vez, querido,
libre de espera
por una vez.

lunes, 23 de abril de 2007

Danza de azar

Cuando siento que he estado demasiado tiempo en mi nube, cocino.

Música, tomo una larga cuchara de palo y un cuchillo pequeño como instrumentos, y comienzo mi propia melodía. Al ritmo de la música, de los fuegos, de los olores, de la imagen de las manos de mi abuela cortando, del ruido molesto y familiar del extractor de humos, comienza la danza.

Mano izquierda en la barriga, mano derecha extendida, bailo.

Miro hacia arriba cerrando los ojos. Los pies se mueven arrastrando, y sonrío al pensar que nunca he sabido bailar. Pero aquí lo hago, estoy sola, y sola no me importa bailar ni tampoco cantar en voz alta. Aquí bailo como quiero. Y recuerdo que hace apenas quince minutos, al salir de la ducha, me he mirado a los ojos. Me he mirado largamente dentro de los ojos dentro del espejo de dentro del cuarto de baño, y un color castaño me ha sonreído. Y recuerdo que mis ojos unas veces sonríen y otras no, y que hoy sí lo hacen; quizá sosteniendo sus labios un par de palabras leídas ayer. Como la luna del viernes, que sonreía, también sostenidos sus labios por palabras. Un par, no más.

Y miro hacia el suelo, mis zapatos cómodos dibujan azares sobre el suelo de la cocina, y mis vaqueros se mueven abrazados a mis piernas. Y miro las baldosas grises, y me acuerdo de las baldosas blancas y amarillas de cuando era pequeña, y pienso que mi camino está marcado por baldosas de colores, y que mis pies siempre andarán saltando de las unas a las otras, sorteando la pares, buscando las impares, de las blancas a las amarillas, de la arena a la cal. De la cal a la arena.

Y mirando hacia el cielo con los ojos cerrados, sonrío de nuevo pensando que ya no recuerdo la razón por la que me había sonreído antes. Y pienso que la danza quizá me pueda ayudar con mi mala cabeza. Y así decido que sea. Dejándome llevar por ella.

jueves, 19 de abril de 2007

Aquellos solidarios años

Hoy he visto a una antigua compañera de colegio, se llamaba Natalia Zanón y era una niña delgadita y rubita, con el pelo así rizado, que sacaba muy buenas notas. Y le gustaba mucho el deporte. No me caía ni mal ni bien. Hoy estaba igual que la Zanón niña, pero más vieja. Un tanto demacrada pero queriendo hacerse la jovial.

Mi amiga Sonia siempre me cuenta que se ve a niñas del colegio por las calles. Yo vivo en la misma ciudad y me encuentro a razón de una niña-envejecida cada seis años, tirando por lo alto. Y yo le digo, jo, Sonia, ¿cómo lo haces?, no es que dé envidia es que sencillamente no lo entiendo.

Me acuerdo que había una niña Begoña, y no recuerdo el apellido, que tenía la cara aplastada y era muy bajita, y yo le tomé manía por eso, y desde entonces no me gusta el nombre de Begoña. Fue por culpa de esa niña lo de mi manía al nombre.

Había otra que se llamaba Beatriz Doménech. Era muy alta y llevaba aparato de dientes, lo que le afeaba la sonrisa. Era muy morena de piel y tenía siempre sombra de bigote, y le teníamos manía sólo por eso, y también porque era repetidora, y también porque le había bajado la regla en un tiempo en el que a nosotras nos daba asco. Le gustaba mucho Julio Iglesias, creo que fue su fan más joven, fan desde los nueve años. Y a nosotras nos sorprendía que estuviera tan enamorada de alguien de la edad de nuestros padres. Por eso también le teníamos manía. Creo. Por lo de Julio Iglesias. Aunque todavía me acuerdo de una carpeta forrada de sus fotos. Maldita Beatriz Doménech, aprovecho para decirte que cada vez que he visto a Julio Iglesias en todos estos años me he acordado de ti.

Luego estaba María Ferrandis Mora que era una niña muy silenciosa que iba siempre o casi siempre delante de mí en las listas. Sacaba notas medias bien. Apenas hablábamos. No me caía bien, pero tampoco mal del todo. Me daba bastante igual todo lo que aconteciera en su vida en general, aunque me daba rabia que al leer las notas en alto siempre iba ella primero y siempre las sacaba mejores que yo. Pero no me metía con ella, hasta una vez le tuve que consolar por UN suspenso, al tiempo que pensaba mal rayo le partiera, por llorica. Pero lo pensé sin decirlo. Teníamos una relación de respeto, imagino.

Mónica Martínez Mut sí que fue una buena amiga. La verdad es que dudo que haya niñas tan buenas como era ella. Era muy simpática, y sacaba notas normales como yo. Y nos gustaba hacer teatro y ponernos pelucas y reírnos de tonterías. También escribíamos poesías idiotas a las profesoras, y nos moríamos de la risa de solo leerlas. Se fue pronto del colegio porque sus padres se separaron, y a mí me dio mucha pena, que se fuera del colegio, no que se separaran sus padres, porque a su padre casi no lo conocía.

Luego había una que sí que era la clásica marginada. No me acuerdo de su nombre. Un día trajo un bocadillo de mejillones para almorzar, y nos burlamos de ella. La pobre no creo que almorzara esa mañana, a mí me daba pena pero no tenía agallas para enfrentarme al resto. Al poco tiempo mi querida mamá me preparó el primer bocadillo de mejillones de su vida…. Obviamente, al destaparlo en el descanso, además de casi darme un ataque al corazón y mirar hacia ambos lados para asegurarme que nadie lo había olido o visto, me apresuré a una papelera lejana, y hurgué hasta el fondo para depositar allí el bocadillo sin tocar… Ese día no almorcé.

¿Qué pasa?

Solidaria que era una.

miércoles, 18 de abril de 2007

Noche,

abandonada,
otra más,
en la vereda de la vida.

Suma la noche a otras noches ciegas de plomo
y de lluvia
y de manos que buscan
un asidero a la entraña misma,
y de palabras que esconden
sensaciones secretas
y mudas.

Noches altivas que flotan
en nubes de humo y gargantas,
y quedan en voces
en risas
en miradas rehogadas en tibia lujuria,
roces.

Linda ave de paso,
la noche entre otras noches.

domingo, 15 de abril de 2007

Águeda

Lleva 87 años y 105 días escalando aquella montaña.

Dicen que se llama Águeda y que fue la hermana menor de una familia de once hijos, que vivía en una cabaña por los arrabales del pueblo. Eso cuentan los pocos que todavía pueden hacerlo, que son bien pocos, quizá ya hoy ninguno. Porque la tal Águeda, de haber sido todo esto cierto, tendría hoy más de cien años.

Cuentan que siempre fue una niña rara, oscura, tímida y pocas veces encontradiza. Que no caminó con niños ni con niñas. Que pasaba las horas perdidas del día cazando perdices y degollándolas en un descampado que todavía existe, desde donde se ve la montaña. Siempre fue rara. Ni hembra ni varón. Rara. Y enfermizamente triste.

Vestía con prendas holgadas y se recogía las faldas en los tiempos de calor. Se hacía sombreros de paja. Nadie los llevaba. Y los niños del pueblo, que estaban acostumbrados a su figura, cuando la veían aparecer por la cuesta de la vereda se le acercaban y revoloteaban gritando y riendo, haciendo unos burlescos corrillos que a ella parecía no importar; al final los espantaba. A los niños. A los pájaros.

Cuentan que fue una mañana de julio cuando Águeda desapareció del pueblo. Tendría unos veintitantos años y ya aparentaba ser una anciana. Delgada, oscura y fibrosa, y de andar partido. Con sus ropas, con sus mallas recogidas entre las piernas de bambú seco. Cuentan que en las últimas semanas dejaba por las noches los plumajes de las perdices degolladas esparcidas por la plaza de la iglesia. Plumas servidas entre tierra y sangre quedaban a la espera de la mañana. Cuentan que el alba que no despertó de plumas encarnadas, fue lo último que pisó Águeda de aquella tierra...

Y allí está, ahí la encuentras, lleva 87 años y 105 días escalando aquella montaña.

viernes, 13 de abril de 2007

Algo inverosímil

A ver,

Junten
un dolor de cabeza
una cena llenita de prisas
y una cerveza fresca.

Añadan
una música gitana
unas luces de coche
y un par de poemas

no más.

Salpimenten con
una bruji generosa
que pinta tu vida del color que elijas
una mala mujer que es buena
pero más chulilla
que ochenta y ocho ochos

y una moto abandonada.

Rieguen todo de cerveza.

Y, sin reservas,
comino de las manos de un poeta.

A fuego fuerte fuerte
tendremos
como resultado
un plato
inverosímil
que al día siguiente da sueño
y ganas de decir tonterías.

Y de postre,
una furgoneta siniestrada
que se perdió en Cáceres.

Y si no lo has entendido
mejor,
más inverosímil
y sabroso
será.

martes, 10 de abril de 2007

Alter ego

Rellenando los huecos que le dejó su silencio, camina despacio por la calle, reinventando para sí misma nuevas historias que sirvan de arena en el vacío de ese reloj de cristal y tierra que le engaña cada vez que se da la vuelta.

Imagina de nuevo situaciones que no son, que nunca van a ser, palabras no tejidas que únicamente fueron voz en su cabeza; bocas sedientas, ojos cerrados, respiraciones atropelladas y el latir de un caballo en el pecho; y mientras camina mirando hacia el suelo y sorteando la pintura del asfalto, recuerda que un día fue una niña que contaba baldosas blancas y amarillas. Sorteando las pares y buscando las impares. Encajando mentalmente las piezas de un puzzle que ella sólo entendía.

Y recuerda con cierta rabia que lleva media vida intentando rellenar los huecos con la arena de recuerdos y de palabras que nunca fueron, que lleva media vida sorteando historias inventadas y reales mientras salta de las baldosas blancas a las amarillas, de las pares a las impares, de cal a arena, que lleva media vida viendo cómo da la vuelta ese reloj de cristal y tierra. Que al final sus pasos son eso, simples colores en el asfalto trazando su vida.

domingo, 8 de abril de 2007

Para mi colección

He estado en mi montaña. Allí siempre me llevo varias cosas para leer. Al final es tal mi relajación que nunca leo lo suficiente, siempre lo hago menos, pero ese menos sabe diferente. En mi montaña todas las palabras saben distintas.

Esta vez, rescato para mi colección un fragmento de un bello poema de amor de Pablo Neruda. A disfrutar se ha dicho.

Aquí te amo.
En los oscuros pinos se desenreda el viento.
Fosforece la luna sobre las aguas errantes.
Andan días iguales persiguiéndose.

Se desciñe la niebla en danzantes figuras.
Una gaviota de plata se desdobla en el ocaso.
A veces una vela. Altas, altas estrellas.

O la cruz negra de un barco.
Solo.
A veces amanezco y hasta mi alma está húmeda.
Suena, resuena el mar lejano.
Este es un puerto.
Aquí te amo.

Aquí te amo y en vano te oculta el horizonte.
Te estoy amando aún entre estas frías cosas.
A veces van mis besos besos en esos barcos graves,
que corren por el mar hacia donde no llegan.


...

jueves, 5 de abril de 2007

Me gusta

Me gusta mirarte
todo lo que me apetece
me gusta estar más tranquila
me gusta subir las ventanillas de mi coche
y con mi música sonando
cantar fuerte
y conducir mi vida
y en un semáforo en rojo
que entre el aire mientras enciendo un cigarro
y saco la mano chulilla.

Me gusta pensar que un día conoceré Marruecos
y otras muchas ciudades bonitas.

Me gusta meter la pata
hacer el idiota
decir tonterías
y cortarme el pelo
como un chico malo.

Me gusta pensar que mañana calzaré mis zapatillas
y que pisaré mi montaña
y que por la noche tendré un frío
que sólo me calmará
un susurro de viento helado

y tu recuerdo.

Me gusta hoy pasear por las calles anónimas
de mi ciudad mojada
y pensar que nadie sabe que mañana visito mi montaña
con mis zapatillas de huida
con mi pelo cortito

que nadie sabe todavía
que estoy viva.

miércoles, 4 de abril de 2007

Miradas

Y no van a ser hoy las miradas de las personas, que también hablan. Hoy serán las miradas que utilizamos para interpretar la vida.

Hay días en los que no miro; paso por la vida como planeando y apenas me fijo en nada.

Hay otros días en los que me siento más receptiva para acoger con mi mirada cosas. Y distingo entre la jungla:

Personas mayores, muy mayores, con sus arrugas, sus pieles cetrinas y su cuerpo encogido, gris. Apoyados en el bastón de la espera. Me cuesta creer que alguna vez fueron corazones de ojos vivos, me cuesta creer que alguna vez fueron niños.

También las menos mayores. De este grupo me inclino por las mujeres; gran riqueza de matices que poco tiene que ver con la belleza externa. Excluyo a las mujeres que se operan en una lucha estúpida contra el tiempo y entonces se estropean, ahí mi mirada sólo dice: menuda mierda. Incluyo al resto de mujeres mayores con trabajo a sus espaldas, con la bata, con zapatillas, con sus permanentes caseras, con sus gafas sucias, con sus despistes y sus risas, sus andares cansinos y pacientes, con sus manos de tocar agua, y lejía, mujeres que se han trabajado sus arrugas, que huelen a ajo, a sábana limpia y a casa desagradecida. También mujeres que guardan las penas en una cajita y se dedican a vivir el momento sacando sonrisas.

Los jóvenes. Con sus pelos, sus pendientes, sus colores, con sus jergas y sus miradas cómplices. Lágrimas de risa y de pena. Con sus vaqueros caídos y sus andares distintos. Jóvenes que abordan la realidad a tiras. A su manera.

Y los niños.
Bendita la mirada de los niños.

martes, 3 de abril de 2007

Y será el viento

sólo el viento despeinando
perezas acostadas
sobre gris y cielo y plomo.

Sólo el viento

el viento azotando
las penas dormidas
tras las ventanas
y removiendo orín
bajo las camas huecas.

Entra

entra viento y sopla
pellejos de cuerpos raídos
y lleva silbando
lo poco de lucha que queda.