viernes, 28 de septiembre de 2007

Espantando enemigos

A ver:

Tú:
fuera
Tú:
vete de mi vista
Tú, sí tú:
no te escondas,
marchando
Y tú:
me apesta tu presencia.

Y antes de marchar os digo que es la última vez que me cabreo por vuestra culpa y que me aburre soberanamente el discurso expulsado con crispis de saliva de vuestras bocas fofas. Y que por momentos deseo que estalle una crisis mundial que os obligue a mover vuestro puto culo,
uno gordo,
otro raquítico,
otro de araña,
otro estampado como una paella,
de vuestras putas sillas y os sintáis como una mierda que tiene que marchar a otro país en el que os hagan sentir más mierda todavía.

Solo por veros como mierdas errantes a la fuerza, sólo por eso, os aguantaría un minuto más delante de mi vista. Un minuto.

Por lo demás
largo.

martes, 25 de septiembre de 2007

Heridas

Prefirió sentarse en el borde de la acera de la calle Colón a seguir caminando a un milímetro de la caída.

Eso está bien, comienza a dejar el sentido del ridículo en el forro de las prendas, aunque le siga dando mucha vergüenza hacer lo que le da la gana.

Se sentó porque se había mareado, pero ahora piensa que fue lo mejor que le pudo haber pasado en ese día, en ese y en otros muchos que había caminado como una sombra fantasma entre pelos rubios y jerseys de colorines que nada tenían que ver con ella. Lo mejor porque le gusta la dimensión que ahora le está regalando este puto suelo, el más sucio y el más meado de toda la ciudad.

Se mira los zapatos nuevos color chocolate, idénticos a los que había tirado ayer de puro viejos, y las tiritas color azul fuerte con dibujos de la dama de La dama y el vagabundo cubriendo dos rozaduras. Se acuerda de esa película y de cómo le gustó y de cómo no volvió a verla más porque rara vez vuelve sus pies sobre lo andado aunque se trate de una película bonita. Rara vez quiere decir que hay excepciones.

Se acuerda también de que no le gusta reconocer que los zapatos nuevos siempre le hacen heridas, porque le da vergüenza llevar heridas y que la gente lo sepa, o quizá lo que no le guste es reconocer que estrenó algo nuevo que le hace daño. Aguanta y piensa que se le hará una costra que ella se empeñará en quitar antes de tiempo hasta que al final quede una marca. Otra marca más escondida.

Mira los pies y los zapatos que le pasean cerca y a todos los ve más originales, más llamativos y mejor combinados que los suyos. Pero no los cambiaría. Bueno, alguno sí, pero sólo por un ratito y a solas. No ve tiritas azules con dibujos de la dama tapando rozaduras, y ni siquiera ve aquellas tiritas horrendas del color de la carne que siempre odió encontrar en el sucio suelo de los lavabos de azulejos blancos y negros.

Y se pregunta, absurda, dónde esconderá la gente sus heridas.

domingo, 23 de septiembre de 2007

Ausencia

Para pablo, que me inspiró.

Sufriendo la ausencia de un beso robado a la distancia corta,
de una palabra no escuchada
de una silueta que emerge en sombra del centro de mi pecho...

Sufriendo el silencio del anonimato de las idénticas gotas
que resbalan sobre los párpados
del centinela dormido.

Callando lo que no está escrito
lamiendo la boca del animal
que aguarda tras el tronco del muerto.

Tiñendo de sangre mi pelo
y rompiendo en raíces
las vísceras de una perra.

viernes, 21 de septiembre de 2007

La cara rara de un día

Y no terminas de parir una larga mañana plagada de sinrazones y absurdos sumergidos en la bañera de tu propia cloaca.

Recorriste anoche la ciudad y la llenaste de lágrimas de asfalto que hoy se funden con la lluvia que te cae del plomo del cielo.

Y hasta las mismas palabras se han muerto en el techo de tu boca...

Rojo

Verde

Pasas y chocas de nuevo contra la pared de cuervos negros que anidan en tu frente.

Vamos a espantarlos. Yo te ayudo:

Un espejo.

Una sonrisa.

Ojos.

Y un beso...

un beso sobre tu reflejo...

lunes, 17 de septiembre de 2007

Puro salir

Las dos monedas tintinean nerviosas entre sus dedos, y un pinchazo se encierra en la humedad de sus sandalias. Parece que ahora llueve menos, pero hasta hace unos minutos hasta el mismo respirar le mojaba. Una tarde llena de gotas de espera en la vieja estación de autobuses de Valencia.

¿Llegadas?

Entre el dos y el nueve.

Gracias

Las anchas columnas grises dividen el ejército de entradas numeradas del uno al veinte.

Entre el dos y el nueve. Aquí es.

Todo como recordaba. Gris, gris y cemento gris, regado hoy por una tarde de lluvia como perfecto escenario de Septiembre para un encuentro.

Pasea y enciende un cigarro nervioso, que le hace recordar que no quería fumar, que no quería que su primer beso tuviera sabor a tabaco. Ahora le importa poco. Está incómoda de tanto esperar y le da igual todo. Todo menos la mirada de él que en este momento invade sus pensamientos.

Las personas suben y bajan las escaleras, los autobuses entran y salen de sus cocheras como grandes ballenas con ruedas, con los vientres hinchados de maletas. Marchan y llegan en una pesada danza al compás de la tarde, de la espera, de la lluvia que enturbia la comodidad ansiosa en la rareza de este día.

Aquí las personas parecen haberse trasladado en el tiempo y huele a adolescencia, a los mismos abuelos, a los mismos ojitos de bebés envueltos en mantas de colores chillones.

Tarda

Tarda el autobús esperado

Y parece que hasta las piernas le tiemblan, y parece que el fuego le recorre de punta a punta de dedos, evaporando la tristeza que envuelve los pies doloridos de una mujer que se siente extraña en todos los rincones del mundo salvo en uno.

El tuyo...

¿Qué pensaste cuándo me viste?

Puro salir. Puro salir corriendo hacia ti.

viernes, 14 de septiembre de 2007

Verdades y otras mentiras

Le gusta volver una y otra vez sobre la misma idea, hasta casi atormentarse, y despues dejarla estar. Jugar a que es independiente cuando es mentira, jugar a que parece una fuerte cuando es fácil sentir que tirita por dentro. Pero eso es un secreto que acaba de dejar de serlo.

Le gusta vestir de gris porque es lo más parecido a un disfraz de sombra que ha visto, y a ella le gustaría ser sombra. Pura sombra y sólo algunas veces cuerpo. Sombra y noche siempre. Cuerpo menos.

Cataloga a las personas por la primera impresión, le regenera el movimiento raro entre las sienes y se imagina situaciones imposibles en lugares que no existen. Es preciso que sea todo una farsa para comenzar el juego.

Sueña repetidamente con el sabor de aquella sonrisa que prende de su jersey justo a la altura del corazón. Como un broche hecho de labios que despiertan a las seis cincuenta de la mañana.

Desaparece durante horas que ni ella misma encuentra. Se pierde y se encuentra una media de dieciocho veces al día. Y, más a menudo de lo normal, odia lo que escribe.

Los compartimentos de su cabeza están catalogados por sensaciones: una buena, dos malas, una buena, dos malas... Compensando en negativo, vaya a ser que de pronto se sienta feliz.

miércoles, 12 de septiembre de 2007

Cuestión de tiempo

El tiempo me parece caprichoso. Como una persona que pone y dispone a su antojo lo que le sale de la coronilla.

Conmigo anda peleado, yo lo sé, conmigo se ha empeñado en jugar a la contraria: yo quiero y no tengo, y cuando lo ignoro hace pasar lentamente sus manecillas de plomo por mi carrera… y me atemoriza, porque zigzaguea rondando exactamente la misma hora y el mismo minuto momentos que para mí son eternos…

Y sufro.

Y no entiendo mucho al tiempo.

Él me regala una bolsa de prisas día tras día. No hay excepción. Pero el global camina muy lento.

Y hoy, que le digo que apresure su paso, para. Me mira sonriendo y me dice algo así como la llevas clara. Algo como que ahora yo no juego, algo como un desierto sediento.

Y yo… me desespero infinito.

Y, cerrando mis ojos, deseo que las horas dejen de esconderse entre las propias horas y permitan de una vez correr su natural curso al maldito minutero.

martes, 11 de septiembre de 2007

Septiembre

Pues ahora me ha dado de meses.

Septiembre me cae bien. Tiene el sabor de los restos de arena en la punta de las zapatillas, de la mirada hacia el sol con otra cara, de comienzo, de comienzo del bueno, del malo, y del regado por los madrugones y los viajes en el coche de mi padre escuchando la radio. Siempre noticias. Siempre asignaturas pendientes.

Septiembre me trae la carcajada de un coleccionable imposible amontonado a las puertas de un kiosco… figuritas de vidrio, cucharas de palo, y tapones de bañeras antiguas… Septiembre es único porque hace competencia al de la cuesta empinada que tanto tardamos en remontar. Joer.

Septiembre son encuentros. Nostalgias. Quizá las ganas de salir de la apatía. Pero pereza.

Es aquella canción que me sabe a cubata.

Septiembre tiene la cara de un profesor.

Y de niña en silencio adornando el romanticismo de un recuerdo.

jueves, 6 de septiembre de 2007

Algo parecido a un refugio

Sin saber muy bien cómo, la niña llegó a este lugar en el mes de Julio.

Algo parecido a un refugio que hoy está bañado de ilusiones recuperadas una a una, a tiras muy finas. Tan finas como los tirantes de esa camiseta ceñida que tanto le gusta. Como las cortinas azules de plástico que estaban en la casa de Serra. Como los flecos de su disfraz de india. Como cinco dedos formando caricias sobre el dorso de su brazo anclado en aquella cama vacía.

¿La ves?... está sonriente. Viajó en una nube roja hasta la nueva casa y eligió un rincón a su medida. Hace tiempo que esa sonrisa no era sonrisa. Hace ya mucho tiempo que buscaba un lugar parecido a éste entre los recovecos de los antros pintados de fucsia y de rojo fuerte, entre las baldosas de sus pisadas silenciosas, entre los barrotes de las ventanas dormidas, entre los ojos de un oscuro diferente...

Y lo encuentra, y aquí se queda...

O por lo menos eso me está diciendo en escuchita...


¿Qué más piensas niña?


miércoles, 5 de septiembre de 2007

Danza de añoranza

Patalea fuerte mi pecho.

Y yo trabajando en la construcción de una pista de aterrizaje al puro centro de mis pupilas. Parecía fácil pero nada de eso.

Trato de montar sólo los necesarios castillos para no desmoronarme de un simple soplido.

Espero tu regreso tu calma tu beso. Deseo tu mirada invadiendo el color de la mía.

Ya.

Disgrego mis recuerdos reposándolos con desorden en los frascos viejos de vidrio.

Busco aquel pétalo de aquella flor morada de un libro que dejaste caer sobre mi inconsciencia, abriendo para siempre un abismo de mirada a la sensibilidad extrema. Una brecha a la pureza del hielo.

Merodeo la canción que bailamos y siento otra vez que no estás, que me rompo en mil pedazos de distancia que llevamos arrastrados en el cuerpo…

Y después te reconstruyo.

Te reconstruyo como un sueño.

Y comienzo otra vez la danza de la añoranza que cala en mis mortales huesos.

domingo, 2 de septiembre de 2007

León dormido

Las alas del león reposan sobre su espalda.

Respira los ruidos que llegan a su guarida al compás de la ventana tibia, y la luz se escurre por la persiana dibujando tatuajes de polvo sobre los hombros, sobre la cara, sobre las prendas de la piel del ermitaño dormido.

Respira profundo. Tal vez sueña. Y se abandona moribundo entre los brazos de la desidia.

Subsiste con las gotas de agua que inundan sus miserias, y que entran en su cuerpo a través de los poros de las letras. Eso es lo único que lo mantiene vivo, combinaciones de palabras que arrancan insolentes lo poco que le queda de hombre.

Hoy piensa mucho en su lluvia secreta y en el color que le deja su risa. Hoy la lágrima trazó un sendero de cristal hacia ella. Brota el reflejo de su canto y el trazo doloroso le muestra un camino con vida.

Ausente de caricia se levanta, yergue el corazón herido, abre la mirada y toma la mano de la mujer querida.