jueves, 7 de julio de 2011

Romanticismo

Demasiada erre para una sola palabra. Romanticiso suena a robot, a acero, a rueda; demasiado agotador.

Compró un pijama de campanilla y le faltó tiempo para echarse a llorar, contra todo pronóstico. Recula en Frida Kahlo y le sigue fascinando ese nombre, esa imagen, como si de un autorretrato se tratara, un autorretrato del sufrimiento circular, el que erosiona los hombros. Los hombros morenos que adelgazan por minutos, piedra y viento,

Las alfombras han desaparecido, y sitúa las plantas de los pies contra el frio.

La clave: no centrarse en un olor concreto, recorrerse los perfiles e investigar el tipo de caricia. Revolverse como un camaleon al descubierto.

Arcilla impregnando la voz, resuelta y húmeda llena de barro la página en blanco, la última y ya no más. Raparse y mesarse el poco cabello solo sirve para agudizar lo pequeño, estirar los brazos, y salir, volar cometa reina relinchando altura, naranja y roja, redonda como el dibujo de una sonrisa por un compás, rodeando la vesícula, recomponiendo teclas.