jueves, 27 de octubre de 2011

Leyendo

Intento dar nombre a ese crujir de historias que oscilan en mi oído y condicionan el momento en punto. Dar paso al esmalte en las uñas, al sujetar un libro, a las mangas de camisa deshojadas en ambigú sobre el suelo.
Subo el tono del silencio, me esfuerzo en no mirar hacia lo que bulle detrás. La mudez desnudando los oídos enfermos, tapados con los dedos de imaginar en el mismo instante en que la letra tocó a la idea, en que se abre la brecha hasta el fondo, los quebrantos del niño que mide con las pupilas fijas el diámetro exacto de una cara. Se abre la caída libre a un templo de rebelión, de furia inmensa, de extrañamente no te tengo, de inquietud. Leyendo al hombre contar las venas del brazo en el tictac del silencio que apoya el libro, y se despista otra vez, camino viejo, y otra vez ese esfuerzo ese intentar dar nombre al crujir de pensamientos y detrás del mar.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Pauta onírica

Son las pausas emocionales las que nos hacen temblar en ese paso largo del pensamiento,
en la zancada que te observa desde el otro lado del semáforo
y se ríe de ti,
buscando el hueco cuando titubeas
cuando tiemblas por los poros de sudar.

Pausas de granito
presumiblemente incómodas
disconformes en su falta de autoridad y
extendiéndose como la lava por el cuerpo que anida bajo el cielo oscuro,
por el cuerpo que gravita como una hoja sobre lo denso del aire,
amalgama de deseos trasnochados.

Pausas como martillos de rabia y de silencio en las puntas,
pausas de azufre
de color incontrolado
de desazón en las sábanas,
pausas de hervideros de nieve,
relámpago en la proporción de un cable eléctrico que te alcanza la garganta y te sacude,
directamente al paso en ese largo pensamiento,
y alguien se ríe de ti
al otro lado del semáforo.