Loredhi ya no escribe desde donde comenzó a hacerlo un año atrás. Loredhi cambia, como todo lo que le rodea, y a menudo le cuesta reconocerse... no hace un año, ni hace cuatro, le cuesta reconocerse hasta la mínima expresión a la que se pueda traducir el pasado, hasta un segundo atrás, o menos.
A Loredhi ya no le excita callejear, ni consumir una panoja de maíz a deshoras, ni zarandear percheros con ropas odiosas, ni parecer que charla animadamente en una patética terraza de moda con olor a suelo y orín, a Loredhi le gusta cobijarse tras catálogos ficticios de personas. Están, las que conducen, las que se untan de la modernidad hasta resultar dañinas, las alternativas falsas, las verdaderas, pero que entonces ya no van de alternativas, las que huelen a vainilla, o a coco, o a nada, las que apestan; las circulares o las palo, las peludas y las sintéticas... Las que caminan, las que esperan sentadas en la parada de un autobús, las auténticas, las clónicas, y así hasta llegar al número que sigue al número más alto... Y Loredhi sabe que siempre ha sido alguna de ellas, pero hoy le parece que nunca...
Pasó un segundo y ya todo ha cambiado, hasta el lugar desde el que comenzó a escribir este absurdo texto circular sin título.