martes, 4 de marzo de 2008

De ideas fijas

Y es que Loredhi siempre fue de ideas fijas, pocas pero fijas. Estáticas, inamovibles, muchas de ellas carentes de sentido práctico y de comunicación…

Y es que si le da por no hablar no habla, si comienza a amontonar papeles no para, si se pone paciente hasta aburre, si se propone cambiar algo de su vida lo demora tiempo mínimo un año…

Y en sus listados de preferencias, odia completo los espejos, tener que sonreír a los adultos, la vida en comunidad, la televisión y de lo dulce el cabello de ángel; odia medio conducir, los abrigos hasta el suelo, el consumismo, los pelos cardados, y la raya de un ojo marrón pintada de azul; y odia a secas a las personas que no escuchan.

Y es que, como aquel primero de un año, todo en ella sigue igual… le continúan tiritando las manos cuando se pone nerviosa, caminando con la orilla de la falda descosida por detrás hasta que se lo recuerdan, con las botas negras viejas a toda hora, con las manos guardadas, con las uñas mordidas, con un cúmulo inservible de rituales que ya no le satisfacen, con las bombillas de la casa encendidas, con el cerebro ausente, con las manecillas del reloj como enemigas, con el pelo tan cortito, y con la esperanza de que hoy el día no sea distinto…

Y es que Loredhi sigue caminando lenta pero con prisas, que hasta en eso es puñetera.

Y la puerta seguirá siendo un misterio, y la noche un aliciente, el abrazo una utopía, y el caminar de la mujer una fuente de inspiración… Y tan sólo cambiará la nota el regusto al girar la manecilla de la soledad, al dar la vuelta al cansancio que ayer no le dejaba soñar en colores.