lunes, 13 de diciembre de 2010

Morning

Parece que hablar de equilibrios y engranajes de relojes no se nos da bien, tiene que ver con la idea que se tiene de ello que nunca es parecida en ninguna cabeza. Hablar de cosas redondas, hablar de superficies que brillan lejos de los ojos y que no tienen esquinas no es lo que se lleva. Parece que lo rugoso del asfalto es lo que se parece a la piel que llevamos dentro, que es incluso un castigo ver crecer una brizna de hierba detrás, donde las musarañas habitan, y sé que existen porque vi a una ahogada en mi piscina hace demasiado tiempo. Parece que se trata de salirnos de la calzada para que no nos multen, otra vez, y pintarnos la fachada de manera artificial. Parece que levantar el tono de la voz molesta enormemente y surte el efecto contrario, hablar despacio acercándote al oido y clavar el puñal por detrás es lo único que puede resultar efectivo.

Los ruidos de los motores comienzan a las siete y no nos hace falta el despertador zumbando cada siete minutos. Parece que los número siete son los del amanecer y no nos hemos dado cuenta hasta que cruzamos la Gran Vía con las manos en los bolsillos las mejllas heladas unas marcas debajo de los ojos y nos fijamos en una matrícula que dice así, siete siete, y no encontramos los mitones de lana negra, y parece que de los tres pares casi idénticos no tenemos ninguno en este bolso que pesa demasiado para ser tan temprano. Parece que es de noche todo el tiempo cuando hace tanto frío.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Imagina, once años. Da vértigo pensar lo rápido que pasa el tiempo cuando los miras a ellos, y lo pronto que volarán y nos quedaremos con cara de fabas mirando hacia la carretera y diremos, ya está; y ahí plantados dos horas con las manos en los bolsillos, las personas pasando, las hojas de los árboles por el suelo los coches circulando, y nos miraremos hacia los pies y les diremos, ahora os toca a vosotros.

lunes, 4 de octubre de 2010

De equilibrios y nocturnidad

Sólo por estar en el momento que se pronuncia esa palabra allí vale la pena no haber muerto en aquel sueño, por dejar caer la piedra del bolsillo olvidaremos jaulas
construidas con las alas de los pájaros, pirámides de metal y cemento, nichos con los nombres de los que no están y no lo saben, sólo por eso vale la pena haber tenido un río adentro.

Sólo por encontrar el hueco donde apoyar el chasis de carne cuando el cerebro empiece a fallar, cuando las termitas procreen y salga serrín del fondo del pecho, vale la pena haber tenido el hambre sujetando al estómago.

Sólo por manejar la noche donde todo es al contrario, por transitar una cocina ajena, maletas vacías, por llenar de tiritas el suelo para no caer, sólo por eso debían recompensar a los amanecidos de gris y violeta debajo del párpado pequeño.

martes, 14 de septiembre de 2010

El inconcebible peso de la letra D

Cuando un niño se derrota sobre la cama
son tantos los alborotos enmudecidos
...

Y cuándo un hombre se derrota?
qué ocurre cuando un hombre se derrota?

Cuando un hombre se derrota sobre la cama enmudece el aire, los pájaros siembran de pedradas el suelo, boca abajo recorre el látigo su cintura, la ventana se afila de ruidos, pasan los intervalos de luz… hay un amago de morirse cuando a un hombre se le ocurre esa derrota, un amago de morir viviendo que es una forma más de desvestirse de la vida.

Cuando un hombre se esconde en los bolsillos de la tierra las aves retan al soñador, al espantapájaros inerte, absurdo bajo el horizonte que pisa con una muerte en las espaldas, y eso es mucho caminar, eso es sucumbir al tercer plano, modificar el camino de las venas hasta tropezar con el grueso de lo más viejo.

Cuando el párpado descansa sobre el párpado un búho recuenta los cuerpos en la cuneta.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Poema de Marcos Barcellos

Hay demasiada mujer de pelo azul rezando
para que mi esqueleto se convierta en río
y los girasoles se empiecen a cavar
en las pausas de mis respiros

(respirar es lo único que hago por venganza)

sabes bien que en estos hoteles
los peces grises aparean una canción
y tu hijo se te está cayendo del abrigo

ahora abro mis dedos
formo un revólver y lo hago disparar ceniza
solamente
aunque los ojos visiblemente estropeados
pueden hacer que todos los pájaros del mundo
demoren o simplemente se congelen.

Incluso estando en el fondo del sol
uno ve cómo se le caen los grados a las cosas
y todos acaban mirándose por encima
de las parejas disecadas

por eso nunca esperes
que dando pasos de cachorro
ni yendo a visitar a mis partículas
ni diciéndome a quién le escribo
tus encías puedan quedar en libertad

1998
y las libélulas
acarician un gato hecho con lágrimas de mujer.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Hábitat

Utiliza un extraño congelador del tamaño del cráneo de un mandril para guardar lo único que duele sin estar herido, congela los recuerdos y cuelga de una cuerda los negativos y cada mañana al abrir la ventana y mirar escupe los restos de noche y entra la luz. Abre el extraño congelador donde guarda aquello que duele sin sangrar aquello que es bello pero que se ahoga con la propia lengua y es por eso que cierra los ojos y, sin mirar, cuelga recuerdos de un cordel y las pinzas de colores le hacen daño. Abre la ventana y entra la luz y ya están veladas las fotografías por un lapso de tiempo que transcurre tan despacio como la caída del párpado de ella sobre lo oscuro. Duerme pocas horas para no reventar de sueños raros, para no vomitar todo hasta lo bueno, duerme poco para salvaguardar su estancia en el mundo y no vapulear imágenes de las pieles colgando y el líquido amargo que contrasta en negativo y abre la ventana y una luz y la imagen se ha velado otra vez. Imagina loba su corazón fuera del hielo que lo habita, solo por la noche reinventa la flor y duerme lo justo para no marchar.

jueves, 5 de agosto de 2010

Háblale

Háblale de la calle de la luz que enrojece la carne,
háblale del estanque de piedra
de lo lejos de las zapatillas con los cordones así,
háblale de la mesa y sus miserias,
de lo callado del lugar cerca de la salida,
de siete cabezas de tigre mordiendo un pedazo de sueño
háblale del calor,
de lo inmenso de un unos dedos al rozar,
de las palabras que se rompen en los dientes.

De los hijos que no maman háblale,
del resto del insulto dentro de la boca,
háblale del tumor
de las escupideras invisibles
de la música turbadora
de los días raros,
de que las flores huelen a hermético
y los perros no miran hacia atrás,
de la lluvia que no empapa las caderas intangibles
de un río háblale.

Háblale y dile que la cantidad no funciona
que los ciclos ciclos son
que la sonrisa es una mala actriz
y que del cielo caen los muebles desordenados, otra vez.

Dile que la vieja es el fantasma que camina haciendo sombras con un plato y un vestido
azul.

jueves, 15 de julio de 2010

Calor

El calor roza el vestíbulo urbano de un bostezo.

6:oo a.m, tropiezan con la persiana los primeros que circulan despues de morir el sol. Goteo de relojes en la frente y un esqueleto que trajina minutos, hacia delante hacia detrás, hacia el calor y marchita la flor en el techo de los paladares, flor que crece con la lluvia, gata de los sueños.

El calor pinta de fisuras la fachada.

6:30 a.m, se incineran las basuras. Cada estación es la cólera del cénit, el rugido de cloacas, mandíbulas anónimas que se estrellan en la almohada, al fin hay alguien detrás del sudor.

7:00 a.m, se retira el flequillo de la frente, piel amarilla y gaviotas que cortan las cabezas más cercanas.

Sueño de ave fénix
respiración.

miércoles, 23 de junio de 2010

Venda

Voy caminando por la orilla y se queman las suelas,
se queman de tanto prender la luz con la piedra gastada
a cada paso,
de tanto raptar una canción que llene los poros de atmósfera.
Voy caminando y las rodillas crujen,
tanto desactivar el contestador que nunca escupe las palabras
y se oscurece en el cajón, con el cable cortado.
Voy caminando y una mujer parada cubre su vergüenza con un pañuelo lila,
y debajo de las manchas aquella mano deliberadamente abierta
para pedir un racimo de felicidad,
obsoleta felicidad que desaparece con el brillo de aquel metal vil,
candela para el iceberg que emerge de las alcantarillas,
y voy caminando y aquello que hay debajo no se nota,
se tapa con la venda de irse a acostar que es de día pero ya no se puede ver,
que es de día pero ya no se puede imaginar,
que es de día y voy caminando y ya no se puede pisar.
Voy caminando por la orilla del esqueleto de una ciudad de princesa tiniebla,
de harapos color lila que tapan a esa mujer y la mano se cierra y le dicen que no,
que no hay limosna para vivir,
que recoja la miseria y fecunde la luz en el barro que ahí le darán.

La voluntad de seguir los pasos abre la mano y los ojos se cierran.

martes, 15 de junio de 2010

De finales y preguntas sin

¿Dónde está el final de las personas,
en el extremo de su estatura,
en la orilla descosida de aquel puño que perdió en la pelea,
en las trampas que otros ponen en el último pedazo de azul...

dónde terminan los nombres,
en lo alto de una Torre de Babel,
en el espacio que se esconde entre la tela y esa carne que alimenta,
en las uñas de aquel gato, ladrón de empujes bajo un coche...

dónde
calamidad de noche se esconde el último taco que selló el cemento,
en la punta de los dedos que tatúan mi cintura,
en el escaparate de muñecas de sonrisa calavera,
en los párpados que apagan la bombilla sin saber qué será de todo sin...

viernes, 11 de junio de 2010

Crónica... by Yolanda


Gran descubrimiento... el local... la gente... pero sobre todo, la poesía y el arte de estas tres niñas!!! y la cantaora, qué buena cuando se centró en su palo...

Resumiendo.

En cuanto al local: adoro los sitios en los que caben tanto las perlas como las perras, refinados y trasnochados... perroflautas... pero todos tan a gustito en un ambiente acogedor, íntimo, familiar y envolvente... me fui con ganas de más!!!! Y de volver al KafCafé...

Y las artistas... en fin... alimentaron, sacudieron y alegraron las almas de los que allí estábamos. Cada una en su estilo, una más desgarradora, otra más provocadora y cachonda, otra más intimista... no faltó de ná!!!! INEFABLE

viernes, 4 de junio de 2010

Número impar

"Sentir que nunca se regresa de nuestro sitio
y quedarse impregnado en las cosas que más se odian
(que casi siempre son violetas o que es vital desconocerles el peso)
". Marcos Barcellos

Sentir el hueco de lo extraño quemarse contra el gris,
las pupilas perniciosas rebajando el grado de serenidad,
sentir cómo baja la piel con un simple taconeo del aire,
casi a oscuras está el cielo,
sentir la madera al abrir
y salen todas esas piezas de puzzle acribillado por las caras que se conforman en plural.

Y duele el teléfono de la parte derecha de la mandíbula.

Sentir cómo araña el hilo transparente que nos cortará el cuello,
el mordisco de termitas tras el árbol,
árbol negro erectitud del perro,
sentir la pua de la rosa bajo la nariz,
la condición estrafalaria de un reloj sobre la baldosa que quita el sueño.

Sentir a zancadas los nudillos del hambre emergiendo en la entrepierna,
cómo un golpe de pared acaba con el renglón torcido del rebaño,
cómo la calavera esgrime una catana de conspiración detrás.

Urge claridad en los números pares del mes para que no se erosione el mundo.

miércoles, 2 de junio de 2010

Loredhi lunática

Loredhi gira sobre los edificios mientras sueña, y parpadea diez veces a contrareloj antes de apretar el off de la alarma-despertador. Loredhi aterriza en el confuso de unas sábanas empapadas de junios y rechina los dientes, algún día pensó que se puede tratar de una manera de masticar la realidad de unas siete de la mañana, alguna vez que se puede tratar de una manera más de despertar los círculos. Loredhi había leído la noche anterior el significado del término lunático y se había encerrado por cien veces en sí misma, decidiendo no volver a dormir. Nunca. Cuando lo hizo, por agotamiento, Loredhi solo recuerda una vaga sensación de despegue de la piel, una jodidamente reconfortante lumbre, bajo las faldas de la mesa camilla. Loredhi cortó flores y voló a la luna atravesando todos los craneos huérfanos de la ciudad, todos los ladridos atropellados, cicatrices del asfalto, y no miró hacia atrás, esquivó el azul de la cavidad del cielo y se enquistó en la cara norte del satélite más manipulador de animales. Loredhi se convierte en pasto y entra a matar el oxígeno, extiende los brazos entonando una seguridad abstracta, humana y perfectamente disoluble con el giro de una veleta. Loredhi extirpa el viento de lo negro de la habitación y nace pasto sobre la cara norte de la luna.

Loredhi gira sueños sobre los edificios, y parpadea diez veces antes de apretar el off , aterriza en el confuso de unas sábanas empapadas de junios y rechina los dientes, algún día pensó que se puede tratar de una manera de masticar la realidad de unas siete de la mañana, alguna vez que se trata de una manera más de despertar.

viernes, 5 de febrero de 2010

A dos pasos

A dos pasos del punto donde tiene que empezar a cruzar.

Loredhi lleva una semana con ese silencio espeso metido entre los tímpanos. Esa lengua de vaca empapando los charcos, los coches, los gatos que se esconden tras un maullido, los grafittis de una gárgola, esa lengua empapando cráneos, que retumban en el suelo. Loredhi vuelve al espectador de piezas de cine mudo, a color y en tiempo real, vuelve al frío metálico en la punta de sus venas.

Loredhi frunce el ceño a dos pasos del cruce y mira fijamente al punto donde la imagen se diluye. Juega como cuando era pequeña a dilatar sus pupilas de una manera voluntaria, vuelve a desenfocar todo, a enfocar nada. Afina sus oídos imperfectos y sigue sin escuchar, silencio espeso, tacones metálicos sobre el plato de una ducha en el bar.

Loredhi se niega a aceptar esa mudez contranatura y acelera el motor de su coche. Resuelve el estado de semiinconsciencia tranquila y rompe el cinturón de seguridad. Loredhi respira. Se sitúa a tan solo dos pasos y mira hacia al cielo granate buscando un vuelo que altere el estatismo circular de una ciudad que se disfraza de vulnerable.