Hoy es martes, parece jueves, la semana está siendo tan larga.Demasiado frío para un mes de septiembre de año impar. Esta tarde amenaza lluvia. Tomo algo caliente en mi taza blanca, y la mesa de la cocina ya no gira.
Tracy Chapman amortigua el zumbar habitual de mis oídos, crónicos enfermos de la sociedad. Me acuerdo de Margaret, de lo mucho que charlamos este verano, de que me debe un mail. Me acuerdo de mis otras muchas locas, cuerdas que cuelgan con los cabos de colores desde mi cielo, que me sujetan cuando hago un amago de caída. Y siempre es broma, no hace falta repetirlo. Me acuerdo de esas sonrisas lúcidas estrellando anti rutinas contra los muros, dardos contra el horizonte de lo distinto, desmembrando frases sacadas de un tiesto, palabras que hacen descascarillarse los restos de esqueleto que me queda en momentos ridículos, esos que tú y yo sabemos.
Me acuerdo, y a menudo intenso, de esas brujas de colores que me lanzan cuerdas desde sus guaridas.
Loredhi nació dentro de un barreño de agua caliente de un 21 de Julio. Ese día Loredhi casi se ahoga de calor y de agua, y comenzó entonces a llorar hasta cumplir los dos años y medio, justo los necesarios para darse cuenta de que con lágrimas no iba a sacar nada. Ni con palabras. A partir de entonces Loredhi dejó de llorar, casi de hablar, y decidió pasar frío.
Loredhi es una pacifista antisocial que sueña en blanco y negro. En las noches de insomnio Loredhi hunde la cabeza en una almohada que no le convence y estira las piernas, y patea tan fuerte el colchón que hasta la cama tiembla. Y es entonces cuando un humano que vive abajo golpea el techo con el palo de su escoba. Y es entonces cuando Loredhi sonríe y se duerme. Y es entonces cuando Loredhi se siente una medio cabrona que, aunque sea en blanco y negro, sueña.
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