jueves, 27 de octubre de 2011

Leyendo

Intento dar nombre a ese crujir de historias que oscilan en mi oído y condicionan el momento en punto. Dar paso al esmalte en las uñas, al sujetar un libro, a las mangas de camisa deshojadas en ambigú sobre el suelo.
Subo el tono del silencio, me esfuerzo en no mirar hacia lo que bulle detrás. La mudez desnudando los oídos enfermos, tapados con los dedos de imaginar en el mismo instante en que la letra tocó a la idea, en que se abre la brecha hasta el fondo, los quebrantos del niño que mide con las pupilas fijas el diámetro exacto de una cara. Se abre la caída libre a un templo de rebelión, de furia inmensa, de extrañamente no te tengo, de inquietud. Leyendo al hombre contar las venas del brazo en el tictac del silencio que apoya el libro, y se despista otra vez, camino viejo, y otra vez ese esfuerzo ese intentar dar nombre al crujir de pensamientos y detrás del mar.

2 comentarios:

Una dijo...

Perfecto, sencillamente perfecto. Así da gusto. Un placer leerte.

Loredhi dijo...

Y gracias por leerme, digo yo