miércoles, 5 de enero de 2011

Fechas II

Ya pasó el tiempo de los puños, de la rabia mirando el calendario intentando equilibrar de manera infructuosa, siempre, el cordón artificial que une el corazón a los números. Apretando dientes, llamando a aquella amiga que no tenía nada válido que contar en ese momento, durmiendo con los nudillos y la impotencia de no poder golpear hasta los techos de los sueños.

Pasaron los tachones de las emes y de las pes azotando en trazo ancho e insultantemente estricto el almanaque de la cocina. Pasó el tiempo en que los ojos escocían si las zapatillas se quedaban quietas en el suelo de las habitaciones del lado sur. Pasó el tiempo de aquel frío.

Ahora admite su condición de viajera mujer y maletas sin moverse de la misma casa, despedidas más o menos dolorosas que abren ese espacio de soledad que siempre cuesta habitar.

Desacostumbrarse a que cueste habitar.

Fechas I

Repasa los calendarios cuando se están terminando y las ideas se le resbalan entre los números, entre los dedos que asoman de las bocas del mitón de lana negra. Se tintan de rojo los más importantes y los demás se quedan demasiado pequeños, digitalizados.

Conducir por la ciudad con la memoria llena de números no debe ser bueno. Esconder el brazo antes de querer sujetarse tampoco. Y tampoco debe ser muy saludable.

Descorre las cortinas de su dormitorio para que entre el sol que no circula por las calles, y dicen que es invierno y ella no sabe si es eso o es la altura de los edificios lo que da el frío. Intermitente frío entre el edredón, la pared azul, y las pocas palomas que quedan vivas.

Escuchar canciones de mujeres con la voz rara entre los colores verde y rojo de las fechas. Música que va tocando esas zonas del cerebro erróneamente predispuestas al placer