miércoles, 30 de marzo de 2011

Lunch

Odia la palabra lunch, que se pronuncia lanch, desde que se la oyó pronunciar a aquella niña que entró nueva en su curso, y que venía de fuera, y que tenía un acento bonito y que se pavonenaba con aquella cola de caballo tan alta, delante de los ojos atónitos de todas, incluida ella. Odió que pronunciara la palabra luch con aquel desparpajo tan atrevido y que además quedaba bien. Recuerda que esa noche, en el espejo de su casa comenzó a pronunciar la palabra lunch, lanch, lunch, lounch... mierda! en la vida podría hacerlo, ni en mil vidas pensó. Odia desde entonces la palabra lunch y es porque la termina de escuchar desde el otro lado de la barra, del mostrador con bollería y donuts.

Coffee door

Cada vez que la puerta de la cafetería se abre el frío se le pega a la piel de la cara, y tiene que sonreir y dar los buenos días y se pregunta qué necesidad habrá de todo esto, del frío, de dar los buenos días a desconocidos cuando no lo desea. Nunca fue actriz y aun así su memoria cada vez más se va estructurando en sketchs de sesenta segundos. Eso ocurre por las noches y también cuando recoge las tazas de las mesas y mira los posos en el fondo y fabula con el destino de quien ha estado ahí, como hace muchos años vio hacer en una película inglesa. Se recuerda viajando sin moverse de esa nube ralentizada que es el cerebro, y mientras se limpia la punta de los dedos en los bolsillos del delantal, se imagina que es más joven, que toma el sol en lo alto de una montaña, que tiene varios gatos que de repente le gustan, que todo salió bien y que eso de que las cosas se tuercen no existe. Se recuerda de niña, callada y relatando hacia adentro un no se qué repertorio de palabras inconexas con la cabeza apoyada en un muro, como un mantra inconsciente y azul; los niños en bicicleta y ella pequeña y morena y con los ojos más abiertos del mundo, hacia adentro también, como los pensamientos. Se imagina todas estas vidas en las que, sin haber sido actriz, es protagonista, mientras descarga adrenalina sacando brillo a unos vasos demasiado poco románticos para estar en esa cafetería.

Out

Comienza a trabajar en el turno de mañana de una cafetería. Ojos de insomne que asoman tras un mostrador de madera lleno de sanwiches preparados y envueltos en plástico. Lástima que todavía sea invierno detrás del gris. Demasiado tiempo para pensar aunque destroce sus manos enjuagando cucharillas y su paciencia abriendo y cerrrando una caja registradora al ritmo del zumbido de la cafetera. Se ha dejado el pelo más largo de lo normal para acudir a su nuevo empleo y le molestan casi más hoy los mechones que le caen sobre la frente que el perfume de esa mujer a las ocho y diez de la mañana que se toma uno solo. Demasiado tiempo para pensar aun queriendo hacer todo lo contrario, vaciar su cabeza igual que vacía el cubo de los restos de comida en plásticos.