domingo, 30 de noviembre de 2008

Introspección de hambruna

Desde la madurez del paupérrimo sol, se incuba la sed entre los senos, el pensamiento del que lejano muerde el aire, del que con la fila primera de dientes arranca el tumor benigno que estalla en el cuerpo; tórax lleno de suspiro y sangre, marea que lleva el barco de derecha a izquierda, de izquierda a derecha de cada pecho, que busca a tientas el dial de un pálpito, ahogando con la almohada de matar su gemido.

Correa de plumas colgando abanicos sortean las flechas del cálculo.

Desde la invencible madurez de la ignorancia, se incuba la sed de lenguas, el deseo de un puño que se cierra en la cintura, las teclas de un piano de carne y hueso salpicando la geografía de pecas.

Desde el hambre, desde la invalidez del ansia, desde el vértice del edificio se extraña el final de unas extremidades marcadas por la dentadura de un caníbal…

Caen soldados todas las noches,
caen soldados todas las noches
y trituran con sus nalgas las fosas sin archivos.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Primer piso

Claraboya vigila con sus gafas a un canino
anestesiado por el sol,
primer piso y la cortina de la ventana de Claraboya
sacude imágenes
de manteles y de piernas y de sangres en las duchas.

Claraboya se levanta primer piso
de la mesa con las migas en la boca,
pastillero que camina
dos tenazas se le ocurre una locura.
Claraboya muerde pieles que le sobran de una mano,
y de mentiras se muere,
y de mentiras resucita,
y se manda a la mierda otra vez
a otra cosa mariposa esto aburre.

Claraboya mete la armadura
primer piso en lavadora,
late el suelo y son dos chicles
restringida la dieta carnívora del aspirador.
Muñones en las cuerdas saludan primer piso
y esos brazos son roídos por las ratas,
y sobre la cómoda,
unas lentes radiofónicas trituran la medalla de bronce
a mejor corte de pastel,
felicidades Claraboya,
falta el gato que murió hace demasiado.

sábado, 8 de noviembre de 2008

Esquizofrenia lingual

O puto papel en blanco

Esquizofrenia y noche,
un hombre y su linterna buscan parir un puñado de palabras
que identifiquen a la madre creadora
del latido de la lírica,
de las pinzas de tender coladas de ropa vieja.

Luz semimuerta,
unos folios aturdidos bailan locos,
y unos ojos entornados cuentan lingüistas saltando una valla,
griegos y romanos
en la soberanía de la letra
burlan al animal desquiciado
que les ronda, tercera noche consecutiva
buscando carroña.

Amanece una mano llena de palabras
enredadas entre las venas,
el capullo de una rosa que no se abre ante la lengua del sabio,
el círculo de un pez con la boca llena de colas.

martes, 4 de noviembre de 2008

A propósito de identidades

A Loredhi hoy alguien le ha llamado Fernando. A Loredhi durante toda la tarde la idea he ha divertido. Le ha divertido pensar que quizá ella sea un tal Fernando que teclea desde su sofá el pasword de Loredhi, y se inventa a una mujer de voz ronca y pelo a lo chico que odia odiar socializarse. Quizá Fernando sea uno de los que pasea a los locos por la noches y quizá sus zapatillas de andar por la casa sean un número más, fijo que nunca ha estado en la montaña y por eso recrea a cada tanto tiempo las pisadas de unas zapatillas verdes sobre la tierra...

Imagino que quizá Loredhi no sea Loredhi, sino un hombre de chaqueta color caqui que camina mirando al suelo y que de vez en cuando suspira y que de vez en cuando apura un cigarrillo que en realidad no le apetecía fumar; que gusta de tomar un café en una terraza y de enamorarse de manera invariable de las camareras. Loredhi podría ser un hombre que vive solo y que tiene como mascota a un perro que está más gordo de lo normal o más flaco de lo normal y que es su mejor amigo. Quizá el perro de Fernando se llame Lucas y sea más habilidoso que él con la baraja.

sábado, 1 de noviembre de 2008

Es la noche

La noche es el lunar gris que alberga tu espalda,
es la última calada en el rincón del moribundo,
la textura de un alfiler perdido
entre las vetas del mármol.

La noche es el amago de la saliva,
manida gota de lluvia tras los cristales,
el terror diminuto sobre la almohada
de incienso metalizado en bruma,
es la punta del puñal del asesino que te aguarda tras el hombro.

La noche es el gemido de una cisterna a deshoras,
el sangrado de una virgen,
el oficio cuentagotas de un grifo impertinente
es la noche una tísica errata al pie de un sueño.