Ya pasó el tiempo de los puños, de la rabia mirando el calendario intentando equilibrar de manera infructuosa, siempre, el cordón artificial que une el corazón a los números. Apretando dientes, llamando a aquella amiga que no tenía nada válido que contar en ese momento, durmiendo con los nudillos y la impotencia de no poder golpear hasta los techos de los sueños.
Pasaron los tachones de las emes y de las pes azotando en trazo ancho e insultantemente estricto el almanaque de la cocina. Pasó el tiempo en que los ojos escocían si las zapatillas se quedaban quietas en el suelo de las habitaciones del lado sur. Pasó el tiempo de aquel frío.
Ahora admite su condición de viajera mujer y maletas sin moverse de la misma casa, despedidas más o menos dolorosas que abren ese espacio de soledad que siempre cuesta habitar.
Desacostumbrarse a que cueste habitar.
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1 comentario:
"Pasó el tiempo en que los ojos escocían si las zapatillas se quedaban quietas..."
Está muy chula la frase!
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