Sale a fumar por la puerta trasera, detrás de la cocina, busca la única esquina donde da el sol y se queda como una gata con los ojos cerrados. Siempre fuma en esa esquina y si tiene que compartir cigarros y humo y conversación se queda inmóvil como marcando terreno con los pies algo separados. Hoy está sola y se mira las zapatilla de lona grises con la puntera blanca y sonríe porque hay un pie ladeado hacia dentro, y le viene cuántas veces lo ha ha hecho sin querer sentada en el asiento del vagón y cuánto de imprudente y de ridículo tiene esa postura. Debe estar relacionado con algo de incomunicación que lleva siempre consigo.
La esquina del muro marca de manera vertical su espalda y se rasca con ella y bromea con lo jodido que es decidir si mirar hacia un lado o hacia otro. Siempre en lugar irregular, siempre educando la mente. Terminar ese cigarro y apagarlo en el suelo es lo único seguro que hay tras este sol.
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