Aparece ese cartel cuando mira por la ventanilla y le gusta cómo suena: Sun glasses, Sun glasses, for work, añade ella. La ventanilla del bus está llena de restregones de dios sabe qué mosquito enorme y peludo y le da asco imaginarse las microtripas pegadas al cristal. Repite la frase y sonríe al comprobar que lleva las suyas puestas. Llevarlas es como meterse para adentro y proteger aquella parte de la piel que habla demasiado.
Un monigote de brazos largos y unas gafas de sol tamaño equis ele afea la frase, el rótulo sonoro: Sun glasses. Sun glasses for work imprescindibles cuando la maquinaria que dirige el fuelle se transparenta.
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