lunes, 14 de noviembre de 2011

Sunday best

Conduce un domingo por la mañana sin gafas de sol porque afortunadamente amaneció nublado y será un domingo entero bajo techo. Callejea con su coche y se va parando con cada semáforo en ambar. Las calles están llenas de espacios vacíos de personas. No acelera esta vez, frena, porque no hay prisa, porque el cielo le regala un gris que anula cualquier actividad trepidante, y porque es domingo, es por la mañana, y a esa hora la piel es amarilla.

Su mejor traje de domingo.

Enciende la música e interpreta la percusión sobre el volante mientras observa cómo cruza una pareja de extranjeros altos y mayores que parecen hermanos mellizos, los dedos tamborilean, y una familia de anoracs y caras de sueño traquetreando el azul del triciclo y el niño que ya no se quiere montar. Todo son repeticiones, la uniformidad de la pareja de mayores, el niño, el color de la piel, el triciclo, los padres ausentes, el autobús que pasa relinchando su carencia de material humano. Todo pasa menos deprisa una mañana de domingo de noviembre, y el cigarro no acelera y no es tan grave la sensación de inmediatez,de minuteros en los neumáticos.

Es el único coche que quedó en la avenida, vestido de domingo, con la percusión a todo volumen y las fuerzas desgastadas pero bien. Insomne del pálpito por enjuagar los pensamientos y ponerlos a secar sobre el papel en blanco de una pantalla bajo techo.

2 comentarios:

Una dijo...

Sí, los domingos por la mañana parecen días sacados de una peli de terror.
Tu relato...más aún.

Loredhi dijo...

anda! no pretendía ser un relato de terror! pero bueno no deja de ser interesante tu apreciación... Tks