Las esquinas orinan el aburrimiento de los perros caniches y de humanos con pelos en la planta de los pies,
rostros ambiguos se giran y el paso de cebra se abre en el centro de la piel ciudad,
las cicatrices se suturan con los cables de la luz, y ya no existe ninguna mariposa viva...
Robots que finjen dar órdenes conservan en formol el último excremento del hombre más viejo del censo,
oxidan los pensamientos largos y escupen sobre los tréboles tornillos con forma de lágrima.
Los grafitis gotean sangre y son engullidos por la piedra pared que fue su madre
y las plantas carnívoras vomitan bulímicas litros de alquitrán sobre la acera.
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