sábado, 31 de marzo de 2007

De grava y juego

Zapatos que duermen a tu lado
con gesto cansado y
guardando el secreto
que esta tarde escondimos en nuestro pecho.

Zapatos que tu sueño velan,
que descansan
rendidos
de sudor pequeño,
de los gritos en el patio que imagino,
de esa herida nueva en tu rodilla.

Zapatos oscuros
pintados de grava y juego,
oscuros como tus ojos
vivos de fantasía,

dragones que se comen cocodrilos
espadas poderosas
carreras por el pasillo
risas que caen en cascada sobre mi vida.

Zapatos testigos
de tus pasos valientes,
y fieles compañeros
que aguardan el día
durmiendo bajo el manto
de tu respiración
limpia.

viernes, 30 de marzo de 2007

Va por ti

Cuando yo conocí a Mario, él ya no estaba.

Me lo presentaste subido a un vagón de tren, mirando a una niña pecosa y rebelde que quería desaparecer del mundo. Que se tragaba sus propias lágrimas mirando por una ventana.

Me lo presentaste abrazado a una guitarra, con su alma de cuerda y madera, intentando amarrar con su voz a esa niña que volaba.

Me lo presentaste con sus ojos azules de payo, y esa piel morena gitana heredada de su madre, de su Granada.

Me lo presentaste ya amándote, cuando en aquel vagón de tren lleno de niña, de pecas, de lágrimas reprimidas, de guitarra y de fanta, decidió dedicar su vida a hacerte feliz, a intentar hacerte feliz.

¿Lo consiguió? sólo tú lo sabes, amiga. Sólo tú conoces el sabor de sus abrazos y de sus silencios, guardados para vosotros dos en una vieja caja de cartón. Abrazos que te siguen llegando callados.

Hoy, me dices, es su cumpleaños. Va por ti Mario, por no haber dejado volar aquel día a la niña rebelde de pecas.

miércoles, 28 de marzo de 2007

Días extraños...

en los que tienes muchas cosas que sacar pero no sale nada

en los que el colacao te sabe a sal

suelen ser como el de hoy

grises días

en los que el cielo te llora lo que va por dentro

en los que piensas una cosa y todo lo contrario

en los que buscas soledad y compañía

en los que ni tú misma te entiendes

en los que quieres convertirte en cometa

en los que no te fijas en los ojos de la gente

en los que comes por obligación

y fumas por vicio

en los que piensas en tocar la piel de ese hombre distinto

días en los que volarías con él

en los que abrazas a una amiga

y le das consejos desde el caos

que son consejos sin saber

decir por decir

y te ríes con ella

que te quiere disfrazar

y tú, tímida, que ni de casualidad

pero por dentro te dices

ya va siendo la hora

de jugar.

lunes, 26 de marzo de 2007

Me han robado tiempo

Me pilló la hora.

Mañana de domingo, única que no amanece con el gallo despertador. Desayuno tranquila mi gran tazón azul de leche con colacao, leyendo algo. Uno de los pocos ritos que tengo, y que cumplo religiosamente semana tras semana, año tras año. Uno de los pocos caprichos a los que no renunciaría. Mi gran tazón de colacao tomado a cucharilla larga es casi sagrado. Con algo que leer delante. Lo que sea. Pero que leer.

Esta mañana me pilló la hora, me pilló de nuevo el tiempo, pero no por mis habituales prisas, no por mis numerosos pequeños retrasos, sino porque me han quitado una hora enterita del día, porque al terminar el último bocado del tazón chocolateado me han dicho que no eran las once, que eran las doce. Mierda.

Hasta hoy, los únicos ladrones de tiempo para mí habían sido algunos tipos de personas y las colas, pero así por el morro, delante de mi tazón, sin mediar palabra, dos señores pequeñitos... ¿quitarme mi tiempo?...

Se han llevado las once, cada uno iba con un uno.

Ahora que estaba dispuesta a permitir que el tiempo sea tiempo. Ahora que me decidí a planear un poco menos. Ahora, hoy, va y me quitan una hora enterita del día. No es justo.

Como también he decidido tomar mucha filosofía de comida, me olvidé del primer mosqueo y he hecho exactamente todo igual a como si no se hubiese movido el día. Algo más estresadilla pero todo igual. Casi igual. Sólo con un par de mierdas mierdas a media tarde y ya está. Y he continuado con mi idea de permitir, de vivir tranquilamente esta marcha caprichosa del reloj.

Mañana no irán a mover otra vez el tiempo ¿no? Ahora no me vayan a fastidiar, que ahora que empiezo mi juego no vayan a robarme momentos.

jueves, 22 de marzo de 2007

Mi primer cuento

Este cuento se lo dedico hoy con toda mi alma a un buen amigo.

Este cuento es el primero que yo escribí, y, aunque así sin corregir por mano adulta peca de infantil, en el fondo quiere ser un canto a la libertad, a esa libertad individual que encierra la belleza de las personas, y que, con esa tendencia humana a intentar poseer, nosotros mismos marchitamos sin darnos cuenta.

EL HOMBRE QUE CORTABA FLORES DE LA LUNA

La Luna, esa bola que cuelga luminosa por las noches, unas veces con la cara redonda, otras sonriente, es la dueña de los sueños y de todo lo que crece.

Enrico lo sabía, y por eso todos los días, desde que era muy pequeño, al acostarse, viajaba a la Luna para ver allí todo lo que en ella crecía, que eran flores, muchas flores de todos los tamaños, flores de todos los colores…

Una noche, Enrico, cansado de que su sueño de ver esos jardines se desvaneciera cada mañana al despertar, decidió llevarse unas tijeras en uno de sus viajes lunares para así tener algunas flores que le alegraran el resto del día hasta que la noche volviera de nuevo.

Aquella noche quedó más fascinado que nunca por el maravilloso jardín lunar; las flores parecían más grandes que otras veces, olían a vida y le miraban resplandecientes con sus colores brillantes, las había rojas, naranjas, amarillas….A él le gustaban mucho y las deseaba con toda el alma. Sacó las tijeras y cortó varias de ellas, las que más bonitas le parecieron.

A la mañana siguiente las flores estaban en su habitación, preciosas, y Enrico al mirarlas se sintió feliz.

Así sucesivamente, noche tras noche, Enrico fue cortando en cada viaje alguna flor, sustituyendo así las que se marchitaban, o tan solo haciendo más grande el jardín en que se estaba convirtiendo su hogar.

Al cabo de los años, una noche como otra cualquiera Enrico volvió a la Luna, con sus tijeras. Estaba gris, estaba de color gris la Luna, ya no brillaba, ya no lucía el arco iris que tanto le había fascinado, ya no olía a vida, a cosas que crecen, estaba…como muerta.

Las plantas habían desaparecido en su gran mayoría, y las pocas que quedaban languidecían entre las piedras o los troncos viejos con sus colores mates.

Enrico se asustó mucho; quiso saber qué le había ocurrido a su querida amiga Luna, que era la dueña de los sueños y de todo lo que crece. Le preguntó, le preguntó si había pasado por allí un ejército de personas malvadas o si alguien con mal corazón se había propuesto destruirla, le preguntó insistentemente qué era lo que había ocurrido.

La Luna, muy triste, con la mirada oscura y profunda le contestó que no, que no había pasado ningún ejército, que ese mal no se lo había provocado alguien con feo corazón. Le contestó con gran pesar que su extraña enfermedad se debía a que una persona a la que ella quería y que creía quererla a ella, había intentado hacerse dueña de lo sueños, y por lo tanto dueño suyo, que esa persona había olvidado que la única manera de conseguir un sueño es viviéndolo, involucrándose en él, impregnándose de su magia, pero nunca intentando apoderarse y queriendo convertirlo en realidad. Que esa persona para ella tan querida le había ido cortando noche tras noche, con cariño incluso, su ser más profundo, sus flores, y que de esta manera la había hecho real y por lo tanto como sueño desaparecía.

Adiós Enrico, amigo, le dijo, aprende esto para siempre, nunca te intentes apoderar de aquello que quieres, que te fascina, únicamente disfrútalo como es, involúcrate en ello y de esta manera serás feliz.

Enrico, cabizbajo y comprendiendo, dio media vuelta y marchó a su casa. Se durmió.

Muchas noches ha intentado volver a la Luna, alguna lo ha conseguido, pero nunca más se la ha vuelto a encontrar tan resplandeciente como en otros tiempos, con ese jardín mágico del que una vez se enamoró.

domingo, 18 de marzo de 2007

Mi nube secreta

Existen razones para creer que los colores son todavía colores

Tarde de domingo
secreta
callada
escondida.

Nadie sabe que estoy aquí,
sólo tú,
y me debes guardar la mentira.

Te voy a llevar de la mano a mi nube secreta.

No digas nada
cierra los ojos
y que tu silencio
marque mis pasos.

Sube conmigo.

Aquí tengo algunos tesoros que nunca
he enseñado:
el disfraz de enfermera que me quitaron de pequeña
en mi nube lo volví a encontrar,
también tengo el libro de hojas gruesas
y amarillentas y letra chiquita,
que todavía leo
cuando estoy dormida,
sólo cuando estoy dormida.

Algunas cintas de música antigua,
colillas de cigarros,
servilletas de papel con dibujos
de carmín,
con besos impresos
por panda de locas
en aquellas noches diferentes.

Una caja llena de fotografías
que te van a dar risa.

Cartas,
muchas cartas,
postales,
pendientes
sortijas
y colgantes
que ya no se estilan.

Un edredón azul celeste
que sólo utilizo para las siestas.

Un broche de plata de mi abuela,
caramelos viejos,
monedas,
pulseras de madera y
gafas de niña pequeña.

Un mechón de cabello
sin dueña,
risas en la memoria,
mecheros con nombres
que dejaron de funcionar,
restos de lágrimas derramadas por nada.

Un espejo pequeño
pintado a mano
que siempre quise colocar
en la pared de mi nube secreta.

En la pared roja
de mi nube secreta.

jueves, 15 de marzo de 2007

Y sigo...

Y sigo paseando con las manos en los bolsillos,
sigo buscando mis gafas de sol para esconderme del mundo,
sigo enterneciéndome con las personas mayores que dan de comer a las palomas
y con los ojos de los niños,
sigo rodeada de mujeres niñas grandes, medio hadas medio brujas buenas
que sacan sonrisas
a mi cara de seria.

Sigo bromeando por nada,
y sigue el brillo en mis ojos aunque yo no lo vea, porque Evita lo dice y ella nunca me miente,
sigo poniéndome cuando puedo mis vaqueros y mis zapatillas de Huida,
sigo con mis momentos de soledad buscada
y también necesitando compañía,
sigo teniendo conmigo tus palabras bonitas,
sigo leyéndote, aunque no te lo diga,
sigo escribiendo poesías.

Y sigo preocupada
y sigo con prisas
y sigo apilando libros que no termino sobre la mesilla.

Sigo mirando ropa sencilla para subirme la moral,
sigo sin música en picantus,
pero hoy me he pegado un bailoteo en el probador de Zara
sin ningún tipo de precedente.

Sigo pensando que esto ha sido una buena señal
y que esta lucha contracorriente va a valer la pena.

miércoles, 7 de marzo de 2007

Yo denuncio

Esto es una campaña de acoso y derribo contra la poca buena gente que queda en nuestro mundo.

Me llegó este titular de manos de una bruja de tacones cortos que quiere acabar con las viejitas de batín que dan de comer a las palomas de estrangis.

Yo, lejos de esconder este titular infame, lo denuncio!

No soportaré ver a mi viejita esposada tras una redada en Ruzafa. Salgamos a la calle con alpiste en los puños!

lunes, 5 de marzo de 2007

Reformas

Hace poco escribí una entrada hablando de la necesidad de cerrar por reformas la vida en algún momento determinado. Cuando tú dices: eh, hasta aquí hemos llegado. Cuando te cuesta reconocerte en el espejo. Cuando ves que se está marchando ese niño que llevas dentro. Cuando algo se marchita en tu pecho.

Yo voy a ello. Me voy a buscar a mi niña después de mucho tiempo.

Voy a reformar, pero no cerraré las puertas, no bajaré las persianas, para nadie, aunque eso sí, puede haber días en el que el polvillo de la obra no me deje ver bien, y entonces es muy posible que no pueda escribir... Por lo demás reformo, pero con la casa abierta, para que ventile bien.

Hace unos meses comentaba con una amiga algo de esto. Ella, que es muy sabia, me habló de esa especie de juego de construcción que es la vida, en la que unas veces salen las cosas bien, otras veces salen mal, pero que el material, los ladrillos, los tenemos que ir escogiendo nosotros. Eso está en nuestras manos. Sólo en nuestras manos. Cierto que a menudo no salen las cosas como se desea, pero ahí es donde juega nuestra habilidad, nuestra capacidad de utilizar esas malas vivencias en favor nuestra, en la capacidad de tirar abajo paredes falsas para despejar el terreno, y aprender que así, aunque sea desde cero, siempre es bonito comenzar un camino nuevo. Nunca es tarde. Nunca, para reencontrarse, y que llegue la hora en la que te ríes de tu sombra, y disfrutas del ahora.

Hacer una pausa en la vida, tocarse, mirarse al espejo de nuevo y decir ¿qué? ¿te reconoces? ... reformar aquello que nos estaba llevando por un camino que no era, deshacernos de miedos, de prejuicios atados a la espalda y malos consejeros. Plantar cara a la duda y permitirle la entrada, también a ella, pero eso sí, tomar las riendas y dejar muy lejos muy lejos los lamentos.