miércoles, 22 de noviembre de 2006

Espejismos

Nacieron de una lucha entre vivos y muertos. Nacieron cuando las sombras sellaron sus voces con silencios. Nacieron los espejismos de un día que no acababa de morir, de una tarde rota por mis gritos ahogados en un sol de sangre que se iba, que latía ante mi vida. No les pregunté de dónde venían, no necesitaba sus palabras; no les miré a los ojos porque me daban miedo, pero me dejé ciegamente arrastrar por sus brazos alados, por sus largos lazos que me mecían y que yo intenté abrazar, pero que desaparecían entre mis dedos como arrancándome la vida.

Gigantes alados me sumergieron en el espejo de sus aguas, y allí nadé, perdiéndome en su laberinto, en una madeja suave de lana, liada, atrapada, somnolienta, casi dormida. Y allí me perdí y me dejé llevar a su abismo, al abismo de senderos que se pierden y que nunca terminan, como siseantes serpientes infinitas sin cabeza. Al abismo de los sueños que te ahogan en suspiros, y te envuelven en un mar de aromas de papel, en un arrullo de calor venenoso, con el sabor imaginado de tu boca sobre mi piel, que al intentar besar desaparece.

Y mi grito es mudo y nadie escucha. Y los ecos de tu nombre son sólo míos, y no puedo hablar más que en silencios. Y mi corazón siente que ya no hay nada en este delirio sin voz, que está solo, que todo ha desaparecido, que todo era espejismo. Y ahí soy yo.

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