miércoles, 3 de enero de 2007

De Evita

Un regalo que nos hace. Siempre gracias.

Caos, paz, un vespino rojo, algodón, risas, chocolate, el niño de Lore que huele a galleta, un cubo sobre la nevera, lápices, besos, calor y frío, la chimenea, una guitarra, mi bosque, un "Te quiero" a bocajarro, mejillas rojas, una camisa fea de cojones, las manos infinitas de Mario, un dolor incomprensible, tranquilidad, el reflejo de la luna, su sonrisa ( la de la luna), la respiración de Álvaro cuando duerme, brújulas, un globo azul, mi temblor, caricias, sueños, una sombra, las jeringuillas de mi abuelo de cristal, las palabras de Lore que saben a cerveza y huelen a ternura, la indispensable pesadez de mi madre, la sabiduría que cuestiono de papá, la metódica rebeldía de mi hermana Marta y la terrible alergia de mi hermano, los recuerdos de mi hermana que se fue un día en Agosto y no volvió, la absoluta necesidad de ese señor con camisas de Pedro del Hierro que busca excusas para la depresión, aquel bebé que no nació y aunque dicen que me lo sacaron mienten, los curiosos ojos de Gonzalo y el culo de mi niña, los recuerdos de mañana, espejismos disfrazados de forma inconsciente buscando sobrevivir, soy: una princesa de piernas largas y flacas que calza zapatos de payaso y que viaja en un vagón de madera, al son de acordes de guitarra, que lleva una sonrisa dibujada con tinta permanente, que perdió su corona en algún charco, que ayudó a una vagabunda a construirse, que tiene las manos llenas de mágicos medicamentos para el mal ajeno, y que a veces, cuando está segura de que nadie la ve, llora.

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