lunes, 22 de enero de 2007

Tarde de domingo

Tarde perezosa de domingo frío.

Durante mi paseo me he cruzado con pocas personas, la mayoría solas, algunas en familia. Familias que salen gritando de un restaurante y que rompen airosamente mi silencio de tarde perezosa de domingo frío. Los miro de reojo, me tapo el cuello con varias vueltas de bufanda, escondo las manos en los bolsillos y continúo mi camino. Un señor alto pasea a un perro, parece despistado, medio dormido, parece que sea el perro el que le saca a pasear a él. Veo a lo lejos a una mujer muy mayor, apoyada en un bastón que apenas puede dirigir su lento caminar hinchado sobre la acera. Inclina el cuerpo y la cabeza hacia la derecha y me da la sensación de que no va a llegar. Me da mucha lástima de pronto, no entiendo qué hace una mujer tan mayor, tan sola, en esta tarde húmeda de domingo, desafiando un camino. Preferiría verla rodeada de una familia que la cogiera del brazo derecho hasta que llegara a casa. Aunque su familia saliera ruidosa de un restaurante. No me importarían sus voces esta vez, lo prometo, si la llevaran a ella del brazo.

Sigo caminando y respiro las calles desiertas. Maldigo una vez más este espíritu atormentado que me acompaña siempre y busco un pretexto para recordar. Busco una canción en la memoria, una palabra en susurros que me hizo notar tu piel al otro lado de la línea. Misterios que unen las vidas. Todavía puedo volar.

Hoy me puse mis zapatillas, me acordé de vosotras.

Las tardes de domingo no se parecen a las demás tardes. Son silenciosas, son extrañas, como sacadas del tiempo, como las mañanas de año nuevo. Las tardes de domingo perezoso de frío se han salido del reloj.

2 comentarios:

The silent typewriter dijo...

Una definición perfecta. Y algunas coïncidencias, muchas, con mi tarde de domingo.

Alguien dijo...

Ya es domingo.

Te auguro, te deseo, una plácida tarde de domingo en la que puedas disfrutar de lo que aparezca, sea lo que sea!

Besos